MÍA GALLEGOS


Traída a colación por
Adriano Corrales
Carlos de la Ossa
Marjorie Ross
Carlos Francisco Monge
Leda García


Trae a colación a
Ana Istarú
Laureano Albán
Alfonso Chase
Ronald Bonilla
Alejandra Castro
Lil Picado
Gabriela Chavarría
María Amanda Rivas
Marjorie Ross
Arabella Salaverry
Vilma Vargas Robles

Vida y milagros
Mía Gallegos Domínguez nació en San José, Costa Rica el 17 de abril de 1953. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Golpe de Albas en 1977, con el que obtuvo el Premio Joven Creación, concurso convocado por la Editorial Costa Rica y la Asociación de Autores. En 1978 recibió el premio Alfonsina Storni en Buenos Aires, Argentina por el poema Asterión, concurso auspiciado por la Fundación Givré. En 1983 obtuvo el premio de los ex becarios de la Fundación Fullbright por el poemario que lleva el título de Makyo. En ese mismo año fue galardonada con el Premio Rubén Darío del Verso Ilustrado por el poema en prosa La Mujer que conduce el coche. En 1984 se le otorgó el premio de periodismo cultural Joaquín García Monge por su trabajo en el programa de televisión Galería. En 1985 publicó el libro Los Reductos del Sol y recibió ese mismo año el Premio nacional de Poesía Aquileo J. Echeverría. En 1985 fue invitada a participar en el Programa de Escritores en la ciudad de Iowa, Estados Unidos.En 1989 publicó El Claustro Elegido bajo el sello de la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia. En 1995 publicó el libro de prosa poética Los Días y los Sueños bajo el sello de la Editorial Costa Rica. En el año 2006 publicó El Umbral de las Horas en la Editorial Costa Rica y al año siguiente recibió el Premio Nacional Aquileo Echeverría en poesía. Poemas suyos han aparecido en revistas y libros antológicos de Costa Rica y España. También han sido traducidos al inglés y al francés.

Mía dixit
"Busco en mi interior. A veces creo que las palabras son insuficientes. También necesito de las emociones fuertes y contundentes para que aflore lo que deseo expresar.

Tal y como lo digo en el poema intitulado “La Palabra": La poesía no está en la palabra./ La esencia está en lo otro./ en el tono que traiciona al poeta./ Hablo del idioma personal,/ donde juntos se engarzan las nubes y el oído,/ un lenguaje que apela a la miniatura y a los detalles,/ a un libro que reproducimos en un verso,/ a una escritura que nos viene siguiendo sin nombrarnos,/ a una presencia cuyo nombre en vano/ tratamos de aprehender,/ y cuyo rostro nos ha mirado desde el primer nacimiento.

Mi poesía se construye en instantes de plena lucidez. Algo quiere emerger desde dentro y va saliendo poco a poco. Yo escucho esa voz misteriosa y trato de aprender de ella. De ahí brotan mis poemas. Salen del corazón. Esa voz misteriosa aparece cuando todos se van y me quedo a solas meditando sobre la vida, sobre el amor, sobre la muerte.

Desde que empecé a crear, he tratado de darle una interpretación a los mitos de la cultura griega. Me sirven para meditar, para darle una interpretación a lo que vivo y para mantener un diálogo con la cultura. Debido a mi predilección por interpretar los mitos griegos, una vez me dijeron que nunca envejecería porque busco en la infancia de la humanidad.

Otros escritores suscitan el diálogo, entre ellos Camus, Beavoir, Sartre y la española María Zambrano. Necesito que la poesía y la filosofía vuelvan a estar juntas. Intento crear a partir de la razón poética. Los Diálogos de Platón no me son ajenos. Me inspira “Teut” y por ello recurro a la escritura. Pero pienso también en la belleza y el “Fedro” me acompaña por este tránsito misterioso de la palabra.

También necesito de la música, hermana de la palabra. El mar de Debussy me acompaña siempre. Lo mismo que Heitor Vilalobos, el brasileño. Necesito de la música para poder crear. Me eleva y hace que las palabras surjan solas, como si no me pertenecieran, tal y como si fueran autónomas. He profundizado en los sueños. He explorado el inconsciente. Mis palabras estallan ahí dentro y se convierten luego en palabra, concepto, emoción, poema. Por lo demás, soy una solitaria que siempre está hablando con su sombra. Ese diálogo no se interrumpe nunca, ni siquiera cuando duermo. También ahí están presentes los mitos, lo que he olvidado del día anterior y mis recuerdos de infancia en una finca ganadera.

Es poco lo que puedo agregar: mi soledad, el diálogo interno, la reflexión, el hablar con otros autores, los mitos, que cada generación los interpreta de diferente manera y la música. De todo esto parto para crear. Mi poesía es todavía joven. No sé que escribiré más adelante y como irá cambiando mi arte poética."

Mía Gallegos
Abril del 2008


Poemas

PIENSO EN MARIA ZAMBRANO


Ahí la rosa
y el centro inmóvil.
Después los pétalos y el círculo.

La unidad que se desprende,
la unidad que gira y vuelve a girar
hasta morir.

Como si fuera una bailarina
que gira
en su propio centro,
sin deslizarse,
sin caer
como si bailara hasta morir,
como la sierpe,
como la luz que apenas aparece

Sólo el movimiento.
Sólo la danza.

Quizás la suma del amor.
Quizás sólo la oración al dolor.

Sin muerte y sin resurrección.
Nada más el movimiento de la rosa
que se extiende,
la rosa que es círculo,
La rosa que es una.

Después sólo el movimiento.
Estallido
Fugacidad
Relámpago


LA MADRE

Yo soy la anciana primera
de la tierra.
Vine de un tiempo derramado,
de una sílaba irrepetible y perfecta
que aún persiste.

El tiempo es una mujer
que fundó la primera arcilla,
la gran balada para ser habitada,
la tierra de los eternos anillos
de los golpes de espada,
de la luna infinita.

Fundé un cosmos en mi peregrinar
y de mis lágrimas brotaron
animales callados, perfectos,
altos tigres,
luminosos jaguares
y águilas que desafiaron la luz.

Mas, conservo de mi una lágrima oculta
del mismo color de la brisa,
con la sonora trepidación de los mares,
un alto vuelo como el vuelo del águila

Es la gota para habitar
una vida después de la tierra,
después de la nube,
después del espacio.

Me iré con mi lágrima
a depositar el misterio en un río de ríos,
en todos los ríos.

Un día como todas las madres
fundaré de nuevo la gota de la vida.


AMOR EN CLAUSURA

La lluvia arrastra las hojas de los árboles,
y los cuerpos que no aceptan doblegarse,
mueren como héroes de nombres vagos y oscuros.

Tanto he llamado a Dios
desde mi claustro,
busco su origen, su confianza, sus pies, el barro, pero la vida me sigue a golpe de lluvia.
Soy pobre, me digo,
soy pobre como el Amor
pero no conozco la súplica.
Los nudillos de mi mano no golpearán
ninguna puerta.

Me ha herido la vida con sus garras
pero insisto en seguir
como la guerrera que soy,
y que ama la ciudad,
su ciudad.

Por eso, y nada más que por eso,
amo la nostalgia
porque es profunda como las velas azules
que tejen el encuentro entre el día y la noche.

Amo esta soledad
que transcurre entre libros, sueños, llamas
en donde existe un pacto con la vida
y una consagración con la espera
de un día más noble y de una soledad más honda.

Con las manos invento figuras y nombres
en la pared,
y labro una ciudad que habitaré mañana
cubierta por torres secretas,
cubiertas por el canto del tiempo, del mar,
de la sal,
recubiertas por el halo de la espera,
por una lejanísima espera,
despojada de esperanza,
pero tibia y pequeña como un nido profundo,
como el oído de Dios que me guarda y me nombra,
en donde seré la dueña
de una canción soberana y sola
como la negra armonía del mar,
la noche y el tiempo
que se devuelve y vuelve
como una madeja profundamente tibia,
enlazadora de los cuerpos
que trajo la marea,
que depositó el mar sobre la sal blanquísima
que se encuentra en la cresta
y frente al sol,
y baila la danza de la marejada,
del desconcierto, del desconsuelo
de la pobre, lejana y dulce soledad.


LA CASA AZUL

México es humo
Y yo me pierdo por Malitzin,

más allá de la calle 17.

Paso por el mercadito
y devoro las fresas,
pero ando despojándome de mi,
porque me cansa
llevar conmigo tan largo exilio

Devoro las fresas,
Y las piedras de Coyocán me gustan.
Las piso fuerte, muy fuerte, y afirmo el pie.
Primero uno y después el otro.

Me gusta el mercado.
Pero me pierdo. Me gustaría ser otras.
Por eso muerdo las fresas y sonrío.

Y doblo hasta llegar
A la casa azul de Frida,
y soy todas esas mujeres y esa mujer que ella pintó,
leo las cartas esparcidas por los muros,
las letras menuditas desfilan,
y miro ese sobresalto, esa vida
que fue creciendo
desde su desnudez,
desde la pequeña niña accidentada.

Entonces lloro
porque quiero vivir,
y pienso como alguien que me antecedió en exilios, que México es mío.

Ahora, las mujeres de ojos redondos,
tan mexicanos y dulces
empiezan a mirarme
y a preguntarme tantas cosas.

Pero yo me pierdo entre los cuadros,
y me dan ganas de acariciar
las sillas, las plantas
e imagino una trenza larga y negra
de seda.
Y empiezo a sollozar
pensando en la niña que pintaba,
porque aquí yo no existo,
soy el cuadro, la mesa y la cama
y la niña y la pared azul,
en donde alguna vez se reflejó el beso de Frida y de Diego.

Salgo, salgo de ese laberinto azul,
y de nuevo piso fuerte las piedras de Coyoacán,
para volver y volver
y evocar un círculo que me trastroca.