EDUARDO VALVERDE

Foto: Rebeca Hernández Hasbun

Traído a colación por
Fabián Coto


Trae a colación a
Fabián Coto


Vida y milagros
Nació en San José en 1980. Cursa la Maestría en Historia en la Universidad de Costa Rica. Participó en la extinta revista Calle 3. Sus poemas se han publicado en La Frontera del Ocio así como en La Malacrianza del Semanario de la U.C.R. Mantiene un blog personal (http://www.muchacharecostada.blogspot.com/) y participa en uno colectivo(http://avosnotecreo.blogspot.com/).


Eduardo dixit
"Es una dicha encerrada
en el botón de una rosa;
si la buscáis, no halláis nada,
¡y está mi dicha en la rosa!"
-Roberto Brenes Mesén"


Poemas

PÁJARO DE CAOS

“I'm the oldest son of a crazy man”
-B.Dylan

Colgaré de ahí el aire y el zumo amargo
del breve cigarrillo que lo encarna
ahí de ese labio de donde saldrá
un mínimo diluvio
y un pájaro de caos
o una ráfaga eléctrica de plumas
o un cristal precioso de saliva
que servirá para cortar el dogal
de los jóvenes ahorcados

ahí en tu boca
justo donde empiezan los vagos territorios
de los indios y vaqueros
de los policías y ladrones y las detonaciones de salvas
o donde se pierde el rastro del silbido
de una discreta jardinera
con su canastita de pétalos de muerte y frutos secos

y en tu boca pondré el aire y la bocanada
y desde ella preguntaremos cuántas bocas
alimenta la nada con sus ruinosas tetas
dónde pastan los caballos de la rabia y la ternura
y en qué llovizna remota se convierten sus galopes

seré yo quien saque un gallo enfurecido
de tu cuore y lo ponga a picotear el fuego
en la carne imaginada de tu labio bajo
y te daré una palabra rota para que en ella
guardes el gruñido o el silencio
que nos pedirán los primogénitos de los locos
cuando desfilen con sus velas apagadas
hacia las ciudades que persisten en la noche.




ÁNGELUS

“En el jardín de la noche
hay una rosa luminosa
que me mira fijamente a los ojos”
-Silvio Rodríguez

“I hope my pony
knows the way back home”
-Tom waits

No regreso porque todo es bruma tras los días
que acumulan anaqueles y mariposas desmembradas,
bruma tras los autobuses que inventaron los barrios
y los abandonaron a su paso,
porque tengo la bondad de las paredes de alquiler
y café hervido en los breves incendios de las tardes.

Ya he relatado antes el ámbar
donde crecen las botellas y los jardines de la noche,
las plegarias rancias donde me colocan
mis madrastras junto al neceser y la cobija de los gatos
que son sus parientes más cercanos,
el gran caballo oscuro que recorre las ciudades
desangrándose, lisiado de muertes perezosas
y resfríos de multitud.

Ya he relatado antes el galeón en llamas
que me prometí con la sal del primer beso,
la humedad de las tibias soledades
en las que se empapan mis ensambles de palabras,
mi buena voluntad cocida con el humo
que bombea el corazón,
la extrañeza de saberme bueno
cuando compro lobos para que laman
las heridas de los ciervos de tu nombre.

No regreso porque ya no sos joven ni cruel
ni tenés las manos llenas de serpientes amorosas
ni hay árboles removiendo las cenizas
que deja el sol en el patio
ni te quedan radios viejas
con los pájaros del Ángelus en la cocina
a la hora en que las escuelas
abrían sus portones a la lluvia.
y yo debí quedarme junto a vos
a peinarle la tristeza que le crece al tiempo.




ESTÍMULOS

Imaginate el silencio.
Una habitación con hilos de humo
de los que cuelgan la boca o las manos
y una cortina que se infla desde fuera,
(un humo sin plegarias,
una cortina con ventana)
Especulás entonces que no has muerto.

Imaginate un acecho continuado de felinos ubicuos
relamiéndose el sigilo.

Tal vez para figurarte el silencio pensés en un avión lejano
un vuelo transoceánico donde las aeromozas
son pálidas y hablan sin mover el mentón
y sin memorizar los rostros de los que duermen
y sueñan sus sueños pírricos y anónimos.

Quizá los que sueñan suponen el cielo errante
o su reflejo mutilado conducido por los ríos hacia un abrazo de sal.
     El Amazonas con su cielo turbio de rastros de pies
     el Congo con su cielo turbio de piezas dentales y brazos
     el Misisipi con su cielo turbio de lamentos y lenguas
     el Bravo con su cielo turbio de vulvas y escrotos
     el Ganges con su cielo turbio de saliva y estómagos
     y así. Quizá en el intersticio del párpado alguno de los
          que sueña
confunda la aeromoza con una enfermera y le dicte
un número telefónico o las primeras sílabas
de una palabra que creía haber olvidado.

Quizá pensés que el dibujo del silencio
sea un cetáceo colosal que aprende a morir de viejo
y de tristeza en lo profundo del gran ojo
o más bien las aguas que lo mecen y lo enfrían,
tal vez podás imaginarte todas las moscas del milenio
o del siglo o de la hora fingiendo dormir y agavilladas
sobre una pared o una columna o un elefante de piedra ennegrecidos
y tal vez querás adivinar cuál será la que desate el vuelo
multitudinario que te confirme que el silencio es indecible o que
ese era el ruido que te molestaba cuando leías un libro que hablaba
de una mujer sabia y vieja y pastora que llevaba sus rebaños
a morir de sed y de locura a un desierto.

Quizás para escenificarte el silencio
recordés un avanzar de neblina entre los faros
o algo visto oblicuamente en un espejo
o una lluvia de tergal como un mantra sobre el cinc,
y bajo el cinc una habitación con hilos de humo
y el silencio sea un llover cernido de siglos que se empoza
para que bestias y hombres abreven.