EDMUNDO RETANA


Traído a colación por
Adriano Corrales
Vilma Vargas Robles
Cristián Marcelo

Trae a colación a
Abril Retana
D'lia McDonald
Diana Ávila


Vida y milagros
Edmundo Retana (1956) nació en San José. Teólogo, graduado de la Universidad Bíblica Latinoamericana. Su formación literaria se fraguó al calor del magisterio y la amistad del novelista costarricense Joaquín Gutiérrez. Poemas suyos han aparecido en diferentes medios periodísticos de México, Ecuador, Colombia y Brasil. Fue incluido en la antología Poesía de fin de siglo Costa Rica-Nicaragua, publicada conjuntamente por Ediciones Perro Azul, Revista Fronteras y Revista 400 Elefantes (2001) y en el volumen Lunada poética, Poesía costarricense actual, Ediciones Andrómeda (2005), así como en la antología de poesia costarricense actual Sostener la Palabra (2007) de Arboleda Editores. Trabajos suyos han sido publicados recientemente en la antología de microcuento latinoamericano Cielo de relámpagos (Patagonia Argentina), que reúne a 80 autores de 17 países latinoamericanos. Su poemario Las sílabas de la tierra, fue finalista en el Certamen de poesía latinoamericano convocado por la Editorial Universitaria Latinoamericana, EDUCA, en 1993. Sus otras obras son: Los bailes íntimos, poesía, Editorial Oro Viejo, 1991; Las sílabas de la tierra, poesía, Editorial El Quijote, 1995; y Pasajero de la lluvia, Editorial Costa Rica (2006).


Edmundo dixit
"La poesía es para mí ese instante preciso e irrepetible en que intento captar la esencia de una situación, o de algo o alguien; como en una fotografía, un giro musical, una hoja llevada por el viento.

Obtengo así un fragmento velado de asombro, constelación o suma de sensaciones que puedo dar a otros.

Si el poema así logrado alcanza conmover o hacer sentir mi experiencia el objetivo se ha cumplido. He logrado trascender el instante. El acto poético ha sido consumado."



Poemas

1

Tenías seis años, horas enteras frente al televisor, sentado en la cama, recto, con tu camisita a cuadros, papá sentía que algo se lo llevaba hacia un país desconocido, luego dejabas la televisión para hacer algo, papá hacía tiempo que callaba, ya no irías con él a buscar hormiguitas por el potrero, juntar frutos, el silencio se lo iba llevando, no sabías llorar, solo sentías eso que se iba de vos a su tristeza, de donde él te miraba, como desde un país lejano, sólo palabras hojas secas traía, mucha hambre traía y vos querías descifrar toda su hambre, pero solo silencio había, palitos para arañar la tierra, preguntas que no acababan su ruta del agua, hojas secas, preguntas voraces como cuchillos, mientras, el día se iba llenando de mañanas iguales, hilos que al romperse en tus manos lastimaban, una gota de sangre era un espejo para mirar.


2

Pero de pronto, inclinado, él estaba allí, en el rincón más remoto del día, habías aprendido a amarlo a pesar del silencio, de su sombra incesante en la arena, entonces él quiso irse, tenías seis años, irse o morir de lentitudes, agujeros que calcinaban, huellas mudas de un te quiero, papá sabría morir, pensaste, pero su muerte sería de plástico, de peluche, del color de las bolas de jugar en el potrero, quién sabe para dónde iría esa tarde, su ausencia como una calle y otra y otra en la que sólo transcurría el agua, mordiéndose, arañando las esquinas del aire, no sabías pronunciar su nombre, el recuerdo era un ángel sin rostro, vos te quedaste con su dibujo en papelitos, soñaste sus manos, sentiste que en sus ojos había amanecido el mundo desnudo y le tocaste en el sueño el perfil fugazmente, horas enteras frente al televisor, a esa edad solo se siente, es cierto, el mundo vacío para siempre, papá no retornará al lugar de los dedos, camisita a cuadros, mirada triste, palpando desde ya su rastro, en las paredes una mancha que abría las puertas del delirio, irse o morir, eso no se termina nunca de entender, era así para él, que se iba con la ropa en las manos, para vos el silencio del papá que no termina de morir.






La voz de Mario es suave pero firme a la vez, sea humilde, perdónese, sé que si me perdono podré seguir viviendo, pero me cuesta tanto hacerlo, el rencor es tristeza y confusión, delirio, sea humilde, su voz me llega como del otro lado, persuasiva, diáfana, entre la sombra, perdonarme, los hijos que no tuvimos, volver a caminar por esas calles por las que he andado huyendo, dar el paso, hacia afuera, hacia adentro, reconciliarme, volver a probar el sabor de una naranja, una buena película, el deleite de conversar, cerca y lejano, el placer secreto de la vida, al alcance de mi mano, pero que lejos a la vez, sentir la oscuridad de la lluvia en mi boca, el calor del fuego, pensar una idea, discernirla, la huella perdida de mi propio acento, el derecho a buscar y amar sin herir ni ser herido, más tarde llegaré, podré aún, dentro del laberinto, de nuevo amar, engendrar vida, perdonarme.





Fumo porque no estás
sin advertencias
sin marca conocida
el pulmón se llena
de tus besos de humo
La mano practica
el viejo ritual
del fuego
La habitación se llena
de un olor
distinto
al de tu cuerpo
Es una venganza
que ejecuto
ávidamente

(Poemas de: Pasajero de la lluvia , Editorial Costa Rica, 2006)