MICHELLE J. WONG

Foto: K. W.

Traído a colación por

G. A. Chaves
Zoé Espinoza


Trae a colación a
G. A. Chaves
Carolina Flores Hine
Miguel Fajardo
Carlos de la Ossa
Guillermo Sáenz Patterson
Zoé Espinoza


Vida y milagros
Como presagiando adioses y desarraigos, Michelle Jefté Wong Barquero nació en Costa Rica el último día de la década de los años 70. Quizá gracias a ese nombre unisex-bíblico-oriental-castizo, nunca ha tenido un apodo fijo. Su color favorito es el negro. Desde pequeño es adicto a la leche condensada. Se describe como charlatán autodidacta. Prefiere la sombra y la charla de las botellas. Sus poemas llegan rápido y a veces se van sin decir el nombre. Reside en Santa Barbara (California) desde hace cuatro años, dos de los cuales los pasó en una westfalia cerca del muelle. A consecuencia de tanta calle, se puso a estudiar periodismo. Ha publicado regularmente con noozhawk.com, el Santa Barbara Independent y The Channels. Algunas de sus fotografías pueden verse aquí: michelle-wong.blogspot.com


Michelle dixit
"Ahora, en mi puño: mi barba. En mi mesa: vodka."


Poemas


UNE AUTRE FOIS


Yo no nací con mano de aborigen como para extenderla con
      esa franqueza
O como para sembrar una semilla en una tierra malherida
Donde se llora en un idioma prestado, frente al altar de San
      José.
Con mariposas en los ojos; salí de ahí con tez blanca, ojos
      oscuros, y hormigas en el culo. En la disonancia
      geográfica, la curiosidad se me impregnó como perfume.
Hay una pérfida esdrújula que me persigue: la física me
      mendiga cuando quiere, y yo siempre le doy de lo que
      tenga, que casi siempre es melancolía.
Se ha convertido en mi perro doméstico, del cual no soy el
      amo.
Vivo pensativo en un norte de espaldas blancas como la mía.
Amigo de poetas muertos como Nicolás Guillén, acompañado
      de músicos negros como Ray Charles, con un collage de
      botellas vacías en mi cuarto y olvidado por todos.
A veces mi cuarto se llena de poetas y de blues.
Ruge y se viene abajo.
Y yo entre palos de horca como aquella materia con que
      elegía mi ruina.
Cocaína.







PEREZA

La pereza desde una terraza no es lo mismo
porque se convierte en paz
Pereza del séptimo día, pereza compulsiva de Dios.
Pereza que se levanta temprano conmigo
para contemplar el cielo, sin saber por qué.

Como quejas de bar, pereza incomprendida.
Vivencia infantil, de café y mañana,
pereza de lo perdido y de lo añejo.
Pereza de hojas secas que no se sostienen del árbol.
Pereza azul, pereza del desayuno.

Este triste ritual de mirar por la ventana sucia
mientras me crece la barba

da pereza.







UN ÁRBOL CRECE EN EL TUMULTO

Piernas colgadas de un frío y ruidoso balcón en Manhattan
Se cuelgan de una copa de vino
Sostienen un tango argentino

El sol que ya casi se asoma
Y las hondas caídas de la madrugada,
          se reflejan en las ventanas

La lumbre en una ciudad siempre despierta.
Abajo los dominicanos gritan por una calle
Maquillada con graffiti, traficada por tantos.

Dos copas, dos botellas y ella
Tragos y mareos sostienen la conversa
Somos bocas sin corcho que hablan ebrias
Labios morados, frío fermentado
Arrecostados contra el ladrillo de la 109 y Amsterdam

Ella dibuja New York,
Y yo escribo de ese árbol que en medio de la ciudad
Se asoma.






PARA MI HERMANA GEMELA

En el vientre de una fosa la conocí
Y lloró antes que yo
Y antes de mí fue ella
Ella fue la primera en ver la luz
Aún le puedo adivinar el parpadeo

Por un momento consideré no salir
Pero el eco de su ausencia me asustó

Para mi gemela, de casi tres decadas ya:
“A veces los claveles son los rojos
          y las rosas las azules
A veces hay días con flores”.

Casi como una cuestión de alivio ella dice que
Contar chistes y reírse serio es peor que arrugarse.
La inmadurez a esta edad nos sirve de mucho, dice ella.

Y es que las sonrisas y blasfemias son su vocación
Y así me doy cuenta yo de que no todo está perdido
En este mundo que no se va desde que ella llegó.