CARLOS FRANCISCO MONGE


Traído a colación por
G. A. Chaves
Gustavo Solórzano-Alfaro


Trae a colación a
Mía Gallegos
Luis Chaves
Adriano Corrales
Rodrigo Quirós
Ana Istarú
Carlos Cortés
Norberto Salinas


Vida y milagros
Carlos Francisco Monge. Costa Rica, 1951. Poeta y ensayista. Entre sus libros de poesía figuran Astro y labio (1972), A los pies de la tiniebla (1972), Población del asombro (1975), Reino del latido (1978), Los fértiles horarios (1983), La tinta extinta (1990), Enigmas de la imperfección (2002). Su actividad como ensayista y crítico literario se reúne en La imagen separada (1984), La rama de fresno (1999) y El vanguardismo literario en Costa Rica (2005), además de numerosos ensayos y artículos periodísticos. Experto en filología española, ejerce la docencia universitaria desde hace más de tres décadas en la Universidad Nacional de Costa Rica.


Carlos Francisco dixit
«No he sido un escritor de proyectos faraónicos o megaproducciones; tampoco de opúsculos y folletines a granel. Reconozco mi parquedad y hasta cierto espíritu ermitaño, que les ha dado a mis poemas un aire de reserva, como los atardeceres en los mares tropicales. Por ello prefiero los poemas nacidos del silencio y la meditación que provoca contemplar el entorno desde un rincón en penumbras…» [Fragmento del prólogo a su Antología personal, 2000]


Poemas


LOS POETAS SILENTES


Los poetas, señores, ahora descansan.
Han dejado sus liras, sus plumas;

no saltan al vacío,

no tosen sus melancolías amarillas,

no besuquean las rosas de un jardín panhelénico

y ni siquiera, señores, ni siquiera

hablan en primera persona.

Solo descansan.

¿Quién diría que hoy, espantados nosotros ciudadanos

ante la atrocidad de un crimen,

ante unos trenes rotos de esta ciudad sin límites,

ante la cruda vergüenza de unos caimanes

que devoran y sonríen,

quién diría que hoy descansan los poetas...?


Tal vez no seamos dignos de tanto atardecer acrisolado,

de la hermosura levemente triste

de una paloma en vuelo,

de la caricia pronta, del amor carnal que se avecina.

Tal vez no seamos dignos.

Nosotros, los de a pie, tan solo presenciamos

el polvo y el barullo,

la impiedad de la nada;

quizá no merecemos más

que encarnar un peligro para el bien común;

ser indocumentados, imprecisos, anónimos, anómalos.

Los poetas, señores, solo disponen
del tiempo justo para mirarse las uñas,

planear unas vacaciones en una buena playa

de azules cristalinos;

no pueden ver lo que perturba el alma,

esta ciudad quebrada,

este giro de infamias y relojes torcidos,

esta luz trasterrada que a trancos, en las noches,

nos alienta, nos ama, nos conmina,

mientras descansan los poetas

en su jardín cerrado.




PROFANACIÓN DEL QUIJOTE

Yo me pregunto a veces
por qué amar a ese tonto de capirote,
a ese sujeto soñador, solemne,
tan metido en sus trasgos,
tan zafio, tan huraño.
Me pregunto si toda la belleza
no es más que una vacía cuchillada en el aire,
un claror en la vista fatigada,
una seña olvidable.
Y más triste es aun
tratar de responderles esas mismas preguntas
a esos chicos menudos, firmes en sus deseos,
con miradas atónitas,
allí sentados ante esta cantera de dudas,
frente a este disfraz de lector traicionado,
poco feliz, perdido.
Si pudiera decirles
que las maderas crujen, ya sin culpa ni gracia,
por el tiempo,
que la noche nos deja subrepticias palabras,
que hay un polvo de siglos
gritando enamorado como si no existiesen
la amargura o la aniquilación.
Pero no hay cómo darles explicación a todo:
ellos saben que la única mentira
es inventar la gloria,
y que sus cuerpos bellos,
tan llenos de sentidos y señales,
no habrán de sucumbir.
Yo soy el obcecado,
el soñador, el torpe;
el que página a página redobla sus patrañas,
que a sus horas felices les despoja
de sus mejores palabras, de sus gestos
y de sus figuras.
Y todo mi estupor
como un alud se cae, se precipita
con las manchas del tiempo,
velando armas, huyendo
indigno de su amor.
Yo me pregunto a veces
por qué aman a este tonto, a este sujeto huraño
que los quiere de veras, que los sueña.







PREGUNTAS PARA UNA FIESTA GALANTE


¿De qué van las investigaciones más pertinaces hoy?;
¿cuál es su objeto, la talla de su nomenclatura,
la viscosa membrana
de los métodos,
de los nombres,
de las alianzas sublimes entre una tesis de moda
y las avecillas trinando y revoloteando alrededor,
alborozadas, alborotadas?
¿De qué van hoy esas palabras fútiles,
llenas de carcoma,
sabihondas de doctrinas y masas corporales,
expertas en la triquiñuela
que deslumbran a todos,
y dejan un sabroso calor,
un tenebroso aliento, un remolino?
¿Adónde vamos, hacia qué fantasías,
qué picudos delirios nos esperan;
por qué tanta colérica ceniza
hay en nosotros hoy, cuando la vida estalla,
cuando un pequeño ruido basta
para hallar el sentido, la noria del amor,
la magnolia que abraza?
Y una pregunta más: ¿por qué si dañan, si apretujan,
las palabras nos aman, nos consumen,
soñar nos dejan, y siguen compañeras
por estas tierras ávidas y nuestras?

© CFM. 2009