SILVIA PIRANESI

Fotografía Esteban Chinchilla

Traída a colación por
Esteban Chinchilla
G. A. Chaves
Lena Zúñiga
Carla Pravisani
Álex Catona
Gustavo Solórzano-Alfaro


Trae a colación a
Mariana Delgado
G. A. Chaves
Luis Adrián Mora
Karla Sterloff
Esteban Chinchilla
Felipe Granados
Alfredo Trejos
Jaime Gamboa
Mauricio Ventanas
Jenny Cascante
Álvaro Torres-Crespo
Carla Pravisani
Álex Catona
Andrea Mickus


Vida y milagros
Silvia nace el 14 de setiembre, en San José, Costa Rica, 1979. Es bibliotecóloga y bailarina de danza contemporánea. Ha sido publicada en el suplemento La Malacrianza del Semanario Universidad, Revista Musaraña y Revista Miércoles de poesía. Publicó su primer libro No importa existe el viento, con Ediciones Perro Azul en el 2009 (Disponible la más reciente publicación de su libro con Editorial Germinal). Textos suyos aparecen en la antología del VIII Encuentro Internacional de Escritores, Eunice Odio in memoriam, de Ediciones Arboleda, en el 2011. Ha promovido durante los últimos 5 años diversas actividades literarias y culturales en la Alianza Francesa de San José. Dirige, junto con el poeta Esteban Chinchilla la Editorial Ambigú. Mantiene un blog piranésico: http:///www.escargotina.blogspot.com


Silvia dixit
Si no tenemos nada que decir, dijo Camier, no digamos nada.
Tenemos cosas que decir, dijo Mercier.
Entonces, ¿por qué no podemos decirlas?, dijo Camier.
No podemos, dijo Mercier.
Entonces callemos, dijo Camier.
Pero ya lo intentamos, dijo Mercier.

Samuel Becket

Poemas

SITUACIÓN DE LAS RUTAS


Del techo un silencio. De la calle un martillo. La construcción del silbido negro acosando. Aquí sentada escucho el humo vertical, la ruta de los platos sucios, el tiempo rilke convertido en trance convertido en ángel terrible. Oigo que se acerca, trance el instante de cometer una fotografía. La fotografía persiste como novela geográfica del terror, la mano gira y enciende el motor justo cuando la mía pasa al lado escuchando. Justo se quema el bombillo a la 1:00 am. Justo el derrumbe de línea eléctrica, escucho el muerto, tumbando la ciudad que desaparece en masa colonial, ahorcado cada edificio por máquinas tiesas, sucias. O es eco mi cuarto. Eco terreno. Bloque masivo de concreto que se asienta en el puente cuesta abajo. La noche voluminosa por donde gira un animal enloquecido. No es la lluvia. O es la lluvia de cuatro patas rasgando el techo sobre mi cama. El techo vivo. Martillando. O el ángel terrible en picada rilke cuesta abajo. El puente mi cama. Mi cara la fotografía. El paredón pared que colapsa. Suena en las manos la paliza larda. Todo se puede decir para no decir este método síncope del miedo.



PRIMERA DUDA

Última noche en el paris canalla. Última noche de ciudad en masculino. Último verso repetido durante años desde el lugar en donde no se ve la ciudad o sus promesas. Último escritor que desea irse a Europa para escribir. Último pueblo. Última tierra en el poema de todos. Poema unísono de raíces, porque siempre es tema paris, como los abuelos. Los abuelos y sus manos, sus refranes, sus reglas durante el almuerzo. Los almuerzos familiares que se terminan de raíz en este lado, última familia, último idioma, como los recuerdos fríos de la duda, porque recuerdo ahora que nunca he ido a paris a comprobar si se trata verdaderamente de algún vos canalla.



PÁJAROS PENDIENTES

Lo que no se dice a gritos se despoja en la calle inútil, mintiéndole a no terminar lo que urge. Así estoy frente a la mesa del lugar, frente a la taza. La boca abierta de muñeco de trapo hablando. También la mano posa inerte los dedos a contratiempo en la madera, posa en el caballo negro desbocado como pasado quieto, o como lo que no ha pasado aún. Se me antojó negro después del recuerdo de mi papá, con cinco años y recordando viejos tiempos, dándole de galope al olvido. Es que me da risa el tiempo animal, acostarme cansada por las noches como con veinte años más. La edad pendiente un animal. Los que tienen veinte años más que yo se acuestan con mi edad. Mi cuello sospecha ahora la despedida, trazándola lenta de hormiga, inútil bordeando la taza. Así la espanto, con golpecitos en la mesa, pretendiendo metales del cielo, monedas que la buscan en la disonancia de la piedra. Me urge el punto afónico de lo hecho. Hecha la piedra, la mesa. Hecho frío el café como vértebra aconteciendo la edad, donde suelen despedirse los pájaros en cuartetos blancos desde la calle.