CARLOS BONILLA AVENDAÑO


Traído a colación por
G.A. Chaves


Trae a colación a
Minor Piedra
Américo Ochoa
Armando Rodríguez
Norberto Salinas
Mario Matarrita


Vida y milagros
Carlos Bonilla Avendaño, Heredia, 1954. Poeta, pastor luterano y abogado. Libros publicados: Alguien grita mi nombre y yo me escondo (1996, edición del autor); Puerta de los Ciegos (Editorial Perro Azul, 2000, Editorial Alkimia, San Salvador, 2001); Tren sin retorno (Arboleda Ediciones, 2010). Inéditos: En el silencio baila Salomé y un par más. Antologado en Sostener la Palabra (compilación de Adriano Corrales), en El Salmo Fugitivo (Antología de poemas religiosos, publicada en México). Jorge Boccanera me cita y transcribe varios poemas míos en el libro Voces tatuadas (sobre la poesía costarricense); Editorial Andrómeda me publicó varios poemas en Matérika y también salió un poemita mío en Los amigos de lo ajeno y otros en la Revista Fronteras.


Carlos dixit
"'Basta ya del lenguaje carrasposo
De los saltos de trapecista en pos de la metáfora (…)
El enigma es la ensoñación de los malos poetas.' (Eugenio Redondo)

'¡Qué tirada, Eugenio! Tenés razón, pero a mí
No me queda más que seguir dando palos de ciego. c.b.'

(Diálogo entre mi amigo Eugenio Redondo y yo, en “Tren sin retorno, pág. 37)"


Poemas

LA SAGRADA FAMILIA

La Sagrada Familia
-dicen los curas-
es modelo de familia cristiana.

así pues,
sigan las doncellas dejándose preñar antes de casarse,

júntense luego con ancianos calvos
y de rizada barba

y sigan los mozalbetes el ejemplo de cristo
que a los doce años de edad
fue a faltarle el respeto a los eruditos
-y casi siempre corruptos-
Maestros del Templo y de la Ley.

(de: Puerta de los ciegos)




CANTO FUNERAL DE IXCA CIENFUEGOS


Desde el légamo inicial del Valle de Anáhuac,
desde la luz crepuscular,
ascendente víbora en las gradas del Templo,

desde el humeante,
palpitante corazón
en la mano del tigre- sacerdote,

desde la sombra envuelta en el rebozo negro,
flotante sombra que penetra en la Catedral,
se confunde en la penumbra que las velas atizan,
y salmodia conjuros ancestrales,
se convierte en murmullo y sortilegio,
recupera la soberbia original,
dueña de una sabiduría más profunda
que la del padre-cura en su ritual monótono,

(allá, en el centro de lo que jamás fue conquistado,
                    y por ello se hunde en los pantanos del olvido)

desde las grandes avenidas
que sólo en noches conjuradas
se pueblan de dioses de violencia y agua
               de ternura y fuego,
               de firmeza y aire,
               de nostalgia y tierra

desde esta confusa percepción
de que estamos perdidos, escindidos,
inconscientes de la unidad que somos,
atrapados en este laberinto de palabras no dichas,

desde esta dimensión sin tiempo y sin espacio
en la que danzan el odio y el amor y el sin-amor/ sin- odio,
las verdades- mentiras que nos llevan a la vacuidad y a la muerte,
y las verdades verdaderas que nos llevan a la muerte y al vacío.

(¡Ah, sacrificios inútiles con los que pretendemos brindar un sentido a la existencia!
¡ah, laberinto de voces, crucigrama de nombres, cortina de silencios
tras de los cuales creemos percibir un hilo conductor de nuestra Historia!
¡ah, letanías sin destino con las que pensamos llorar nuestro pasado
cuando en verdad son llanto premonitorio del futuro!)

desde este sentir que soy, que somos una farsa, una máscara, un rito cotidiano
en el que las palabras –las dichas, las no dichas- son como el humo de voces y de fábricas, de
sudor y automóviles, de negocios y sueños, de invasiones y de revoluciones,

desde ese humo que no nos deja respirar,
esa neblina que no nos deja ver,

desde esta esencia de ángel y demonio,
derrotado demiurgo condenado para siempre a la mediocridad
por las simples palabras de la Madre;

desde aquí, desde esta dimensión de la serpiente alada
atravesada por la lanza del Padre,
-ígneo dolor, inútil sacrificio-

Desde aquí vengo y aquí muero,
en esta, “la región más transparente”
Aquí me tocó. Aquí nos tocó morir.
               Qué le vamos a hacer.

(Inédito)




VAMOS MAGDALENA...

Vamos, Magdalena,
no le aguantés ni medio a
tan apostólicos machos.

insultalos en el griego de tu helénica Magdala

-creerán que los bendices-

Un levísimo guiño de tu falda
o el inocente asomo de tus senos
bastan para desnudar el arrabal de sus almas.

El Mesías te sacó siete demonios

ninguno tan poderoso como vos

Una mujer libre y segura
no encaja en una ronda de patriarcas.

no le aguantés nada a tan apostólicos machos;
se asustaron, magdalena, y ya ves,
                    todavía no te dejan entrar.

(Inédito)