JUAN CARLOS OLIVAS


Traído a colación por
Gustavo Solórzano Alfaro
Juan Quirós
Rolando Merayo
Armando Merayo
Leda García
Juan Hernández
José Pablo Medrano


Trae a colación a
Gustavo Solórzano Alfaro
Alejandro Cordero
Pablo Narval
Rolando Merayo
Armando Merayo


Vida y milagros
Nace en Turrialba el 23 de octubre de 1986. Estudiante de Enseñanza del Inglés en la Universidad de Costa Rica. Ha sido cofundador del Grupo Literario Los Despiertos, en Turrialba. Actualmente trabaja con el Círculo de Poetas Costarricenses. Su libro La Sed que nos Llama fue galardonado con el primer lugar en el Certamen Nacional de Poesía Lisímaco Chavarría Palma, en el año 2007. Dicho libro se encuentra en proceso de edición en la EUNED. Posee inéditos el libro Viaje de Oquedades y Lo Sucio de los Ángeles. Parte de su obra ha sido publicada en periódicos y revistas nacionales.


Juan Carlos dixit
"La poesía es nuestra mejor mentira."


Poemas


VIAJE DE OQUEDADES

Yo no te di la fe
para que huyeras,
te la di para salvarme.

Aquí cada dios
hereda ausencias,
volcanes decayendo
en el bajo remanso de tu nombre.
Yo les ofrezco mi adiós
y los perdono,
los perdono porque fueron de tí
la oquedad sin más verdades,
que esta verdad con que cumples
las ciegas libaciones del olvido.

Yo te di la fe
y ahora debo de creer,
pero el poema es un viaje
de emboscada ceniza,
el revés de la muerte
cuando teje su visita ante la lucha,
la insistencia de niebla
en cada calendario
que borramos mintiendo.

Y sólo esto aprendí:
después de la fe
ya no queda la poesía,
quedan bandadas
que escuchan el dolor
para soñarnos.

(De Viaje de Oquedades, inédito)






LO SUCIO DE LOS ÁNGELES

Tú que tan solo me recuerdas
lo sucio de los ángeles,
no eres ya la herida
de una puerta cómplice y vana
que hiciste de la magia,
ese pleno pecado
entre las tardes borradas
de pequeñas desnudeces,
donde inocente
no sabe herirnos la muerte.

Tú que ignorabas
el peso de mi error en La distancia,
acumulaste chispas de azar
para tu nombre;
y te quedaste tardía,
amaneciendo
por los débiles recodos del insomnio,
aprendiendo que Dios no gusta
lamer las cadenas del invierno,
sino tu perdón por habitarte.

Tú que ya estabas muerta de mar
el silencio:
no te quedes a sangrar junto a mi furia,
no edifiques la batalla con tu asombro,
no reces más acariciando mis ventanas,
no inclines la fruta del suicidio
para que seas perfecta;
porque mi única opción es derrotarte.
Hasta que aullemos girando
ante el secreto del odio
y la sola cicatriz inevitable,
que vuelve y es poema
y nada más.

(De Lo Sucio de los Ángeles, inédito)






LA FE DESHEREDADA

A Rolando Merayo

“Voraces somos tus hijos”
Rafael Alberti


Créeme,
tu padre y mi padre mueren juntos
mientras tú y yo escribimos el poema.
Por eso huyeron,
buscando ciegos sus árboles de vida
y encontrando la cifra de su olvido
en esa voz inmadura, aún pobre,
en que la llama revive.

Ignoran que escribimos
por la oración que cada noche
tú y yo le canjeamos a la ausencia,
batiéndonos en este acto de fe
parecido al suicidio,
donde la herida empaña la sed
de puros, silentes epitafios.

Qué difícil es dudar hermano mío,
cuando duelen en la sombra
las fechas que nos guardan,
la ofensa del huérfano,
tanta saliva oscura
en el rostro que se quema
sin prisa tras lo mudo.

Pero la llama es dura
y nos oculta la verdad;
nuestros padres mueren juntos
no sé dónde,
y sus sombras nos dictan
sus propios crucifijos.

Solas como el recuerdo
de un solo negro río,
cada madre le enseña
a llorar a su poeta,
pero él miente, sueña o besa,
porque lleva demasiadas piedras
formándose en las manos
como ríos.

Pero tan solo créeme esta noche
de fuego pesándole al amor,
de muerte y silencio
pesándole a la infancia:
tu padre y mi padre
siguen muriendo juntos,
mientras tú y yo quizá,
escribimos el poema
entre las cosas que hieren,
se desdicen, y no vuelven
sino para sangrar.

(De La Sed que nos Llama, en edición)