HELIO GALLARDO


Traído a colación por
Luis Chaves


Trae a colación a
Luis Chaves
Adriano Corrales
Ana Istarú
Mauricio Molina


Vida y milagros
Helio Gallardo es de origen chileno. Ha publicado tres poemarios, que él llama "letritas": Adquisición de un automóvil (2001), Para subir al Jomalú (2002), y All ¿together? now (2007) todos editados por Perro Azul, Costa Rica. Prepara un cuarto texto: Mi idea del amor. Su obra ensayística es mucho más amplia y parte de ella puede leerse en el sitio Pensar América Latina (http://www.heliogallardo-americalatina.info/)


Helio dixit
"El trabajo lírico, como todo esfuerzo comunicativo, responde a interpelaciones y a su vez a la necesidad de interpelar. Memoria, sensibilidad e imaginación lo constituyen. Su ambigüedad, tomada del habla natural, sugiere y convoca más que expulsa. En un mundo cada vez más obscenamente formal, pone de relieve el desacomodo y recurre a la intensidad, el desenfado y la risa. Se trata de una propuesta política porque asume/condensa/expresa uno o muchos emprendimientos, virtuales o efectivos, colectivos."


Poemas


GUANTE PERDIDO CON ERECCIONES

Leo cansado en un suplemento del domingo
a un poeta oficial
de un poeta oficial se dice cuando ronca o eructa
“es lírico” bueno el hombre escribió sobre un guante
extraviado abandonado dejado sin mano
un guante negro de mujer pero esto no quiere decir nada
pudo ser un shemale un travesti un perro una foca
¿ustedes han visto girasoles con guantes?
no pues los extravían
el guante nunca es de mujer sino de quien lo usa
el hombre escribió sobre el guante de mujer
negro
lo usó como punto de apoyo para decir desde mi cuarto
ventana (yo) veo caer los días
la nieve
la noche
el guante disimula el puño
y los parados desempleados sin casa duermen de pie.
O sea el guante de mujer era una excusa
el poeta ventana mirada
dice llamarse Charles Simic recibió un Guggenheim
y un MacArthur y el National Endowment for Arts
son premios entregados a poetas oficiales
por observar a los miserables sin casa
se les aplaude con mesura en veladas soberbias aunque alguien chille
normalmente es allí cuando los guantes de mujer o escualo
se extravían
y algún calzoncillo mojado de libélula viuda aparece en el excusado
pero éste es otro cuento. Aquí ninguno desea recibir un MacArthur
nadie observa a ningún desempleado latinoamericano durmiendo de pie.




CANCIÓN DE MI PUEBLO (Ni en la muerte)

Esta no es una canción de amor
expone la circunstancia de una mujer llamada Pequi
ella quiso la conocieran como Stella
murió con ese nombre el elegido.

Este es un canto triste
Stella murió de mal doloroso
tuvo oportunidad de revisar su historia
pero no de contarla
la familia quiso oírla ella los rechazó
momentos antes de su muerte abrió los brazos
y los miró fijo a los ojos húmedos
pese a eso al morir estaba callada.

Pequi tuvo un apellido común
otro inglés extraño
su madre tenía ojos grandes y verdes creo
facciones pronunciadas
y un gusto letal por volver a casarse.

Pequi fabricó ojos de miel para guiar a su padre
esperaba a su padre cada noche perdió la cuenta
sus grandes pupilas encendidas
él encontrará el camino entre la lluvia
la angustia de las niñas del sur de Chile falsifica
con ruidos el silencio la oscuridad las piedras.

Quien llegaba era el padrastro callado
el alma de Pequi lo sentía ladrar hosco
las niñas pequeñas tienen un alma susceptible entre las costillas
esa alma nunca abandonó a Stella
ni siquiera cuando viajó a Bremen para escuchar perpleja
“Ya estás a salvo”.

Él padrastro nunca supo por qué ella lo encaraba seca
(tal vez lo supo y prefirió mirar para otro lado)
imaginó suficientes pasos furtivos en la noche despierta
escabullido hacia la recámara para no inquietar a la niña
ella vigilaba atenta su espalda los hombros en punta
resentía palidez funcionaria ojo sombrío la traición el duelo
la herían sus zapatos sobre la madera la madre contenía suspiros
ésta es una canción triste sobre sombras
de gente que nunca pudo apoderarse de sus vidas.

Conocí a Pequi ya tarde
cuando ella cubría su angustia con bufanda vistosa
y coronaba con boina su cabello largo y liso
no recuerdo si era particularmente hermosa
tenía una fragilidad que destacaba
camuflada con cigarrillos palabrotas y amigos mayores
no parecía inquieta por sus pequeños senos
uno era un colegial qué iba a hacerle.

Traté de envejecer diez años
me pinté arrugas
busqué un diccionario para lograr frases felices
pero no sabía hablar en alemán ni pronunciar Goethe
al final abandoné y me dediqué a las putas
pero estaba insatisfecho
esta es una canción triste
aunque no es una canción de amor
es triste porque hay gente que nunca logra apoderarse de sus vidas.

En todo caso es la canción de Pequi
ella prefirió llamarse Stella
nombre de mujer grande con hijos
a quienes halaba cargaba cuando se casó en Santiago
Pequi se casó en Santiago abandonó su carrera
se hizo enfermera para apoyar la retaguardia de la revolución
Santiago es una ciudad enredada
mi casa era tres calles y Pequi nunca pasó por ellas.

A veces observé en buses a mujeres con hijos
¡estudiando serían buenos ciudadanos!
pero nunca distinguí a Stella
tal vez buscaba a Pequi
y ella grandilocuente cruzando sola la calle.
A quien entreví un mediodía sólido caliginoso
fue al padre. Se aproximó y me dijo
“Ella no está contigo”. Cuando sequé mis lágrimas
se había fugado me abandonó entre edificios
estas cosas pasan en Santiago
cuando uno está enamorado y nunca supo decirlo.

Recuerdo un sueño alguien clamaba
“Ella no está contigo” y despertaba
en la misma ciudad la misma cama el mismo lugar
todo estaba en su sitio en orden el lapicero
y yo despierto no había muerto.

Otra vez no recuerdo por qué
mi memoria se disuelve con tanto detalle
le escribí una carta larga llena de insultos amores
intelectualidades falsas despechos poses
fue una carta de corrido saludándola para odiarla
quise ella adivinara era mujer ¿no?
las mujeres siempre adivinan excepto Blancanieves
si llegó la carta ella tenía apuro leyó el reloj
era urgente no llegar tarde a la revolución o a la muerte
Pequi no mordió la manzana.

Muchos años después me envió un cuaderno forrado en piel
pensando quizás yo lo garrapatearía
no nos conocíamos me hubiera mandado hojas
sueltas miles de hojas sueltas centenas
le hubiera bosquejado mariposas selvas guerras
de las que salía victoriosa
Stella por acá te querían. Me hubieras dado hojas.

En cualquier caso esta es la canción de Pequi
de enfermera transitó al exilio
alguien algunos asesinaron a su hermano
aunque él gritó y sigue gritando ella no quiso hablarlo
“Solo si estás” me escribió desaparecido
abandonado desaparecido Pequi
“¿para qué quieres callarlo?” pero no escribí eso
procuré otra vez desde mi lento pesado bus detenido en cada cruce
en vano observar su figura.

De repente me escribió algo extraño
su medio hermano habría dicho “Es demasiado inteligente”
seguro estaba mirando a otro
lo cegó un semáforo alemán sin luces verdes ni amarillas
de todas formas Stella cruzó el océano de vuelta
pero no había retorno o así lo creyó ella
volvió a Bremen a morir sin decir muchas palabras
abandonó su literatura nunca me hizo un comentario
al bajar de los aviones tenía fiebre
iba en el asiento del piloto y yo mirando hacia fuera.

Stella tuvo un novio piloto de avión de guerra
lo buscó para recuperar el cadáver del hermano
ella siempre salía en las mañanas
conseguía pan y noticias en despertares fríos
de Temuco pueblo áspero sin mar
no me comprometas le espetó el antiguo novio
ni por nuestra historia replicó Stella aguantando la furia
es solo la tuya terminó el militar y abandonó la sala
Pequi debió cruzar muchas esquinas ciega
pero ya ningún niño colgaba de sus brazos.

Esta es una historia triste. Alguna vez imaginé Pequi
fuese el amor de mi vida
pensaba trabajar respetarla comprarle boinas
acariciarle el rostro cocinar con ella
ella crecía con otros copulaba criaba hijos tosía
limpiaba las contadas armas de la revolución
cruzaba la calle mirando para todos lados inquieta
haciendo gestos con sus miembros grandes
lloró rígida
cuando se suicidaron o mataron a quienes quería
cruzó el océano sus suaves ojos de miel
atisbando al padre en cada corriente pez del océano.

Muy tarde creyó divisarlo entre olas y le envió un cuaderno
afanada en casarse no entendió era un regalo extraño
nunca supo su medio hermano miraba hacia otro punto
nunca acertó instalarse en el bus adecuado
yo creí amarla y le escribí una carta
debí darle reloj granada hijos armaduras águilas


los hubieras encontrado entre tus costillas Pequi
los hubiera buscado tras de tus pechos Pequi
en las heladas mañanas de café junto al periódico
en las noches de lluvia cuando el sórdido único llegaba
ése muchacho gris te hubiera dado la daga Pequi
mujer ojos de miel boina desesperada al mediodía
con solo un grito o la vida nos habríamos amado.

Esta no es una canción de amor para Stella
remeda más bien un ademán o mueca
hecho a un cuerpo ya muerto en La Habana
una noticia para una mujer ya muerta en Bremen
ignorada en buses o calles cuyo destino fue siempre ninguna parte
boina para su cráneo desnudo bufanda inerte
esta letra es para esa mujer muerta
que aún desciende de aviones cual ardiente cadáver
canción para un cadáver Stella Salinas Eytel
queja destemplada que acusa en cada escala
“¡Ni en la muerte estás conmigo!”.





CHANCHO QUEMADO (Odio la libertad de prensa)

Llego rendido al cuarto donde resido
no es paráfrasis por hogar
describo una pieza sin ventanas en un rincón la cocinilla
donde recalienta un cerdo guisado de tres días
mientras expulsa olores el chancho
tampoco metáfora ni hedionda alusión personal
ojeo un periódico a la mano
Rasputín no fue un supermacho titula
se le paraba en ocasiones y al azar
más bien era impotente
el tipo masajeaba a las mujeres no las penetraba
las hacía hervir y luego pedía perdón por el pecado
rezaban como hermanitos ella de verdad arrepentida
él secaba los jugos de la fiesta
(trataba igual a los varones pero el tabloide no dice
si los frotados erectaban y dónde lo colocaban).

Esto lo descubrió un señor Kotsiubinski padre
que parece encontrar maricones por todos lados
mientras el chancho arde él sigue viendo maricas
pienso en mi perra suerte
me pasa como a Rasputín aunque yo quiero
no consigo
pero Raquel en lugar de rezar conmigo y decir “mi señor”
se levanta furiosa y aún sin calzones
me grita impotente flojo lacio para qué me trajiste
no exuda admiración por glándula alguna
se marcha me abandona sarcástico el cerdo humea
vuelvo la vista al encabezado
no me agrada esta libertad de prensa
Kotsiubinski ni siquiera menciona cómo logró Rasputín
leyenda de puto portentoso macho viril espléndido.


(Poemas del libro All ¿together? now, Perro Azul: Costa Rica, 2006)